Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1084
Legislatura: 1884-1885 (Cortes de 1884 a 1886)
Sesión: 22 de junio de 1885
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso sobre el viaje de S. M. el Rey a Murcia
Número y páginas del Diario de Sesiones: 179, 5266
Tema: Viaje de S.M. el Rey a Murcia

Habiendo tenido la honra de ser consultado por S. M. el Rey, he creído ver una alusión en algunas de las palabras pronunciadas por el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y debo declarar que, en efecto, S. M. se dignó consultarnos sobre su viaje a Murcia, y sobre la crisis que al parecer había ocasionado este viaje.

Yo tuve la honra de contestar que me parecía la crisis mal planteada, porque un Gobierno que no podía soportar ya la pesadumbre de su impopularidad; un Gobierno que es objeto de la animadversión pública por sus desaciertos, por sus desgracias y por sus arbitrariedades, no debía haber presentado a S. M. el Rey la dimisión por causa de sus deseos de ir a Murcia; porque yo entendía y entiendo que en manera ninguna podía el Presidente del Consejo de Ministros ni el Gobierno de S. M. haber presentado la crisis de esa manera, por lo que yo consideraba y creo un pretexto, por el viaje de S. M. el Rey a Murcia.

Por esto no había dicho yo nada en la sesión última, contestando a la explicación que de la crisis nos dio el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, aunque tenía que contestarle mucho, porque presentó aquella de una manera inusitada y nunca conocida ni vista en los fastos parlamentarios.

Explicar los motivos de una crisis antes de que sea resuelta por S. M., es quizá inutilizar la Regia prerrogativa, y eso no podía ni debía haberlo hecho el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; que si había presentado la dimisión, su deber consistía en haber dado conocimiento oficial de ello al Congreso, en una sencilla comunicación o verbalmente, que hay unos casos en que verbalmente se ha hecho esto; pero sin explicar motivo ninguno de aquellos en que fundaba su resolución, y limitándose simplemente a poner en conocimiento de los Cuerpos Colegisladores que había sido presentada la dimisión del Ministerio a S. M., para que acordaran las Cámaras lo que estimasen conveniente.

Esto es lo usual y lo corriente; esto es lo que se ha hecho siempre; así como los Cuerpos Colegisladores, es lo usual, es lo corriente, es lo que han hecho siempre, el suspender las sesiones para no poner obstáculo ninguno al libre ejercicio de la Regia prerrogativa. (Aprobación en las minorías).

No lo hizo así el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, y nosotros hubimos de resignarnos a pasar esta anormalidad, y pasamos por ella atendida la gravedad de las circunstancias. Se verificaba entonces en Madrid una manifestación imponente por lo unánime, contra el Gobierno. Cualquier debate que aquí hubiéramos suscitado, mucho más con la dificultad que ya nos anunció el Sr. Presidente del Congreso, y con razón, de que no nos sería permitido provocar discusión alguna, porque no podía haberla cuando el Ministerio tenía presentada su dimisión; cualquier debate, repito, que hubiéramos promovido, probablemente nos habría colocado en lucha con el Presidente de la Cámara.

De un lado es natural que se hubieran puesto las minorías, y de otro lado el Presidente de la Cámara, el Gobierno y la mayoría, y en tal caso pudiera, a pesar mío, haberse suscitado un escándalo parlamentario, cuando yo no quería que por nada ni por nadie se perturbase, digámoslo así, la armonía de los Poderes del Estado en vista y enfrente de la manifestación que tenía lugar en las calles.

Ahora me alegro más y más todavía de no haberlo promovido, porque es posible, ¿qué digo posible? Es casi seguro que a lo ocurrido aquí en el Congreso se hubiera atribuido después lo que ocurrió en la noche del sábado, que fue sólo debido a la ineptitud del Gobierno.

Continué, pues, diciendo a S. M. que yo creía que este conflicto tenía una solución, que consistía en que otro Ministerio del partido conservador viniera a facilitar al Rey el término de la crisis; con lo cual, al mismo tiempo que se daba una satisfacción a la opinión pública, el nuevo Gobierno, sin separase en absoluto de la opinión de su antecesor, porque no se le podía obligar a esto siendo del mismo partido, podía, sin embargo, aconsejar a S. M. que estuviera tranquilo, porque antes de ir S. M. a Murcia lo haría el Gobierno o algunos de sus Ministros, en la seguridad de que éstos, examinando por sí mismos las cosas en el lugar de la desgracia, le dirían a S. M. si su presencia en aquel sitio era o no absolutamente necesaria.

Añadí a S. M. que si yo hubiera sido el Gobierno, las circunstancias me habrían movido a aconsejarle ir o no ir a Murcia; pero que antes de ir él o aconsejarle que fuera, hubiese ido yo.

En tal estado las cosas, yo dije a S. M. francamente mi opinión con la lealtad que se debe siempre al Rey y con la lealtad que se debe al país, y le expuse que no creía que este Gobierno estaba en aptitud de plantear solución alguna al conflicto en que había colocado al Rey, pero que otro Gobierno del mismo partido podía muy bien resolver la cuestión sanitaria, dejando al Rey satisfecho en sus generosos deseos, y luego, ¿por qué no decirlo? Suavizando las asperezas que este Gobierno con su desatentada conducta había creado, facilitar la solución definitiva que S. M. el Rey se sirviera tomar más adelante. No tengo más que decir. (Aprobación en los bancos de las minorías). [5266]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL